miércoles, 28 de noviembre de 2012

ley SOPA, PIPA, el cierre de MEGAUPLOAD



Stopping Online Piracy Act (SOPA) y Protect IP Act (PIPA) son probablemente dos de las iniciativas legislativas más impopulares impulsadas por la legislación estadounidense en los últimos años. Ambas normas buscan combatir agresivamente la difusión no autorizada de material protegido con copyright a través de la red de redes.
De aprobarse ambas iniciativas, cualquier sitio web (independientemente del lugar donde se encuentre) será pasible de sanción si es que permite el alojamiento de contenidos ilegales. La norma establece además que los servidores serán sancionados si mantienen por un breve espacio de tiempo a las webs con contenidos con derechos de autor.
Esto obligaría a diversas web a activar mecanismos de autocensura y a filtrar la actividad de sus usuarios para evitar que incumplan la norma, lo que acarrearía el cierre de la página. Es decir, la imposición de una vigilancia extrema y de la limitación de libertades en Internet.
Lo que pretende la norma es impedir el acceso a las páginas que facilitan la descarga de contenidos piratas retirándola de los servidores, censurándolas de los buscadores y obligando a los proveedores de Internet a bloquearlas para los internautas.
La distribución de copias ilegales también será castigada y se restringirá el acceso a páginas que contengan producciones protegidas por los derechos de autor.
Las recientes derrotas de SOPA y PIPA, los dos proyectos de ley de Estados Unidos diseñados para frenar la piratería en Internet, han sido consideradas como una victoria de la democracia popular. Y hasta cierto punto, es cierto, pero es importante no ignorar el efecto que tuvo la acción política directa y el cabildeo ejercido por la industria tecnológica. También es importante recordar que el cabildeo de ese sector merece el mismo escrutinio que los otros grupos de presión (la industria del cine, la música, la Cámara de Comercio estadounidense, etc.) que apoyaron esas iniciativas.
El cabildeo de la industria tecnológica defendía lo correcto en esta ocasión, pero no siempre será así. Y aunque algunas de las compañías que se opusieron a SOPA y PIPA lo hicieron motivadas en parte por el sincero deseo de una política pública sensata, lo hicieron principalmente para proteger sus propios intereses comerciales. A juzgar por algunas reacciones al fracaso de los proyectos de ley, casi olvidaríamos que la lucha se libró fundamentalmente entre dos grupos con intereses empresariales propios y poderosos.
Craig Newmark, fundador del portal de anuncios clasificados Craigslist, calificó la desestimación de las iniciativas como "una victoria para la democracia, una victoria de las bases populares". Anna Palmer, del sitio web Politico, fue incluso más lejos, citando a la fallida legislación como la evidencia de que "los días dorados de K Street han pasado" (‘K Street' es una metonimia para referirse a la industria dellobbying, pues muchas firmas de cabildeo están concentradas en esa calle de Washington). Una afirmación que peca de exageración. Cierto que los ingresos de las firmas de cabildeo no han crecido, y como la propia Palmer informa, ello obedece a varias razones, incluidas aquellas asociadas al ciclo económico. No obstante, ella escribe:
Las luchas ya no consisten solamente en quién tiene el mayor número de lobbystas, o a los mejores. El nuevo mundo de la influencia de Washington es más diverso: el lobbying de acceso tradicional se desarrolla junto a campañas que usan los medios, el activismo de base y el Internet, actividades que no suelen reportarse en la documentación que los grupos de cabildeo entregan a las autoridades federales. 
Sin embargo, las campañas populares (de ‘grass-roots') -dentro o fuera de Internet, reales o artificiales- han formado parte del cabildeo por décadas. Pueden funcionar para temas como SOPA y PIPA, donde es fácil demonizar un proyecto de ley (no había nada en estas propuestas que atrajera la simpatía de la gente común). Pero no es sencillo cuando se trata de cuestiones complejas como la política de salud o de energía, donde hay muchos costos y beneficios que entran en conflicto. Además, SOPA y PIPA no eran propuestas partidistas, eran apoyadas y repudiadas por representantes de ambas bancadas. Por esa razón, fue más fácil debatir sus virtudes, que eran pocas.
Lo que es más, las luchas políticas nunca han consistido "únicamente" en qué intereses atraen el mayor poder de cabildeo. Si ese fuera el caso, nos cobrarían 50 dólares por hacer un retiro de 20 dólares en un cajero automático, y nuestras costas estarían invadidas de plataformas petroleras. Una legislación se cocina con muchos ingredientes. Los legisladores votan obedeciendo a diferentes razones: las opiniones de sus electores, las políticas internas en las cámaras, y a veces conforme a los méritos que tenga una determinada legislación. La influencia de los grupos de cabildeo es excesiva, a menudo a un grado peligroso, pero raramente es el único factor.
Lee Drutman de la Fundación Sunlight (un organismo que aboga por la transparencia y rendición de cuentas del Gobierno estadounidense) declara categóricamente que "la historia de David y Goliat" en la victoria sobre SOPA y PIPA es fundamentalmente un mito. Advierte que mientras la asociación  de la industria cinematográfica estadounidense -la Motion Picture Association of America, uno de los grupos de presión más visible que apoyaba dichos proyectos de ley -- gastó un total de 1.3 millones de dólares en los tres primeros trimestres de 2011en todas sus actividades de lobbying, en ese mismo periodo Google gastó 7.1 millones de dólares en cabildeo.
Y de acuerdo al Center for Responsive Politics, al término del año pasado las compañías computacionales y de Internet tenían 246 cabilderos trabajando en su nombre en cuestiones asociadas con las leyes SOPA y PIPA, mientras que las grandes firmas de la industria de la televisión, la música y el cine emplearon a 241.
Nada de lo anterior minimiza el efecto que tuvo la ira popular sobre los proyectos de ley. Eso, alimentado en parte por los ‘apagones' de protesta realizados por sitios web, fue la razón más directa para el fracaso de las iniciativas. Pero esta pugna también demostró que las industrias tecnológicas y de Internet finalmente han ganado peso e influencia en Washington. A medida que cuestiones relativas a la privacidad y el antimonopolio se debatan en los años por venir, el cabildeo ejercido por esas industrias exigirá mayor escrutinio. No siempre tendrán  en cuenta el interés del público.
Time Warner, la empresa matriz de Grupo Expansión a la que pertenece CNNExpansión, está entre los participantes de la industria que apoyan la propuesta legislativa SOPA.
Megaupload, cuyo servicio de descargas era el más utilizado en todo el mundo, desapareció tras la intervención del FBI bajo el auspicio de la operación 'megaconspiración'. Megaupload basaba su negocio en la publicidad y el pago por acceder a contenidos de manera ilimitada o temporalmente. Un informe del FBI calcula que ingresó unos 150 millones de dólares de usuarios con cuentas Premium y que los daños causados a los propietarios de los derechos de autor ascienden a 500 millones de dólares.

 A pesar de su uso mayoritario estaba relacionado con la subida o descarga de películas, series de televisión y música también Megaupload era una página de almacenamiento de archivos privados que los usuarios podían subir y conservar en sus servidores. Así, no son pocas las personas que lo usaban para guardar documentos personales, por lo que su cierre evita que puedan recuperar sus archivos alojados en la nube. 
Así, tanto desde la Asociación de Internautas, como desde distintas asociaciones de consumidores (Asociación General de Consumidores, Asgeco Confederación, y Facua) coinciden en denunciar laindefensión en la cual se encuentran los usuarios de megaupload.com. La Asociación de Internautas insta a los usuarios a que reclamen y denuncien la situación ante los servicios telemáticos tanto de la Policía Nacional como de la Guardia Civil, para recuperar sus contenidos.



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