Los expedientes judiciales son algo más que una sucesión de
reclamaciones, contestaciones de demandas, confesiones, testimonios y
sentencias. Descorriendo el velo de cada caso, y en función de lo que se
pretenda encontrar, es posible encontrar mayores elementos que el asunto
puntual de que se trata.
En primer lugar constituyen la expresión de un conflicto: una obra
de teatro contada por sus propios protagonistas, por aquellos que se
encontraron o encuentran casualmente involucrados en el incidente. A través del
proceso se muestra cómo cada actor decodifica la realidad, cómo manipula la
norma a su favor y cómo busca las distintas maneras de resolver las
diferencias, hasta llegar, si el litigio no puede ser resuelto con los recursos
con que se cuenta, a traspasar los límites de lo privado, a la búsqueda de una
solución a sus problemas.
Es así como expresan la relación entre la norma y el
comportamiento, entre lo que se prescribe y aquello que se acata: el hecho de
que exista una ley que fije determinadas obligaciones o una doctrina que las
sostiene, no significa que sus destinatarios están de acuerdo y que las
prescripciones se cumplan efectivamente.
Del desajuste entre lo que se intenta imponer y lo que se suscita
en la práctica, da cuenta el conflicto judicial, que ayuda a registrar hasta
qué punto se ha producido en los individuos la interiorización de las
disposiciones legales y hasta dónde se ha producido un proceso de marginación
del orden establecido.
Al adentrarnos en este mundo de conflictos cotidianos, afloran las
mentalidades de los involucrados en un juicio: acusados, testigos, jueces, defensores,
abogados, etc. Cada uno de ellos deja su huella en el expediente, y expresa
conductas sociales y características de la vida privada de hombres y mujeres
del pasado. Desde el lugar que le toca ocupar a cada uno- denunciante, testigo
voluntario o circunstancial, juez, fiscal, defensor-, expresa los valores
sociales y morales, las costumbres, los hábitos de vida, cuestiones que hacen a
la realidad de todos los días, al barrio, y a la construcción de formas de
sociabilidad basadas en identidades y diferencias de género.
Al revisar el expediente uno puede detectar si están existiendo
irregularidades pero sobre todo podrá hablar con las personas encargadas de su
proceso para que se realicen los trámites que conforme a ley deben de
realizarse en forma pronta y oportuna.
Ir a revisar un expediente implica, sin embargo, mucho tiempo y
dinero.
Dado el tiempo involucrado muchas veces su abogado, si no tiene
una masa crítica de expedientes judiciales, no irá a ver su expediente judicial
dado que le saldrá muy costoso ir de su oficina a la sede del Poder Judicial a
fin de revisar sólo uno o dos expedientes.
Resulta importante así que cuando se pacte honorarios con un
abogado establezca claramente como es que se realizará la verificación y
seguimiento de sus expedientes.
Al hacerlo tenga en claro la existencia de una nueva herramienta
implementada por el Poder Judicial que le permite ver el estado de sus
expedientes, sin que se mueva de su casa, vía internet. Y eso en gran medida es
bueno pero como esta herramienta es aún nueva, es recomendable desconfiar
de que la información que se obtenga se encuentre debidamente sincronizada, en
si, solo es una facilidad que se nos brinda, la visita física a ver su
expediente seguirá siendo así indispensable de realizar.
En conclusión, A la luz de los expedientes judiciales, la historia
del derecho se calza sobre las huellas de hombres y mujeres-actores,
demandados, jueces, fiscales, defensores, letrados-, que a través de la
contienda pusieron a prueba los modelos jurídicos e ideológicos que les
pretendieron imponer y demostraron que el derecho es teoría y práctica, ensayo
y error, vida y muerte, persistencia y cambio, rutina y pasión.
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